¿Por qué no responder mensajes de WhatsApp es la nueva violencia pasiva?

¿Por qué no responder mensajes de WhatsApp es la nueva violencia pasiva?

El silencio digital se consolida como una forma de violencia pasiva. La psicología analiza cómo no responder mensajes en WhatsApp erosiona la confianza y daña las relaciones


Norberto Sica

El uso cotidiano de WhatsApp transformó la comunicación interpersonal en un flujo constante de mensajes inmediatos. Sin embargo, cada vez es más frecuente una conducta que parece pequeña, pero tiene un gran impacto: no responder. Ya no se trata solo de un descuido ocasional, sino de una práctica extendida, que incluso se da en contextos donde había compromisos previos de encuentro.

Lejos de ser neutral, este silencio digital transmite mensajes implícitos: indiferencia, evasión o rechazo. La psicología denomina este tipo de conductas violencia pasiva, porque dañan sin un gesto directo de confrontación.

Evitación y alivio momentáneo: una trampa psicológica

Desde la perspectiva de la psicología cognitivo-conductual, el mecanismo de evitación experiencial describe la tendencia a esquivar estímulos que generan incomodidad, como dar una explicación, admitir un error o cancelar una cita. Al no contestar un mensaje, la persona experimenta un alivio inmediato: no debe enfrentar el conflicto.

Pero esta estrategia es una trampa. Lo que se evita en el corto plazo —la incomodidad de una conversación— se transforma en un conflicto mayor en el largo plazo: frustración, pérdida de confianza y deterioro del vínculo. En la práctica, el silencio no resuelve: agrava.

El silencio como violencia pasiva en la comunicación

El silencio, lejos de ser vacío, también comunica. En teoría de la comunicación se lo reconoce como un acto expresivo cargado de significado. Cuando alguien deja mensajes sin responder, transmite un mensaje implícito: “no me interesa lo que tenés para decir”, “tu tiempo no vale” o “prefiero no involucrarme”.

Esto es lo que se denomina violencia pasiva: un tipo de agresión que no se expresa con palabras duras, sino con omisión. El receptor, en lugar de obtener una respuesta clara, queda atrapado en la incertidumbre, generando un efecto psicológico más intenso que un simple “no puedo ir” o “cambié de idea”.

Ghosting: la versión extrema del silencio digital

El ghosting —cortar toda comunicación de manera abrupta y sin explicaciones— es el ejemplo más radical de esta violencia pasiva. Aunque suele relacionarse con vínculos románticos, hoy se da también en amistades, proyectos laborales y compromisos sociales.

Los estudios muestran un patrón claro:

  • Quien ghostea siente, a corto plazo, alivio por evitar la confrontación, aunque también puede experimentar culpa.
  • Quien es ghosteado sufre tristeza, ansiedad, pérdida de autoestima y la sensación de haber sido descartado sin derecho a comprender las razones.

El ghosting no solo interrumpe una conversación: interrumpe la posibilidad de cierre emocional, dejando heridas abiertas.

El psicólogo español Raúl Navarro, profesor de la Universidad de Castilla-La Mancha, estudió en profundidad el ghosting y conductas similares como el breadcrumbing (mantener un contacto mínimo, sin compromiso real, para no cortar del todo la relación).

En su investigación sobre los correlatos psicológicos del ghosting y el breadcrumbing en adultos, Navarro observó que estas experiencias están asociadas con menor satisfacción con la vida, aumento de la soledad y sentimientos de desamparo.

Si bien en algunos casos el ghosting aislado no mostró efectos significativos inmediatos, cuando se combina con otras formas de evasión digital, el impacto emocional es claro: deterioro del bienestar y pérdida de confianza en los vínculos.

Su trabajo aporta evidencia empírica a una idea central: el silencio en la comunicación no es neutral, sino que deja huellas psicológicas medibles.

La paradoja: evitar el conflicto termina generando uno mayor

La esencia de este fenómeno radica en una paradoja. La persona que no responde cree que evita un conflicto al callar. Pero en realidad, genera un conflicto mayor:

  • Para el receptor, el silencio es incertidumbre, frustración y enojo.
  • Para el vínculo, significa pérdida de credibilidad y debilitamiento de la confianza.
  • Para quien evita, implica perpetuar un patrón que a largo plazo lo deja más aislado y con vínculos deteriorados.

Lo que pudo resolverse con un mensaje breve —“no llego”, “no puedo asistir”, “lo dejamos para otro día”— se convierte en una herida prolongada en la relación.

Implicancias sociales y culturales

Este tipo de comportamientos refleja también cambios culturales. La inmediatez de la mensajería generó la falsa percepción de que siempre hay tiempo para contestar después. Además, se normalizó el ghosting social, como si dejar a alguien sin respuesta fuese aceptable en la dinámica digital.

Pero los especialistas advierten que esta “normalización” erosiona los valores de reciprocidad y responsabilidad que sostienen las relaciones humanas. Lo que antes se consideraba una falta de respeto hoy se disfraza de hábito digital, cuando en realidad es una forma de violencia pasiva.

Conclusión: el valor de responder

Responder un mensaje, aunque sea con pocas palabras, es un acto mínimo de respeto y cuidado. La psicología muestra que ese gesto es suficiente para evitar que el silencio se convierta en violencia pasiva.

La paradoja del silencio digital nos recuerda que evitar no es resolver: el conflicto no desaparece, solo cambia de forma y se vuelve más dañino. En un mundo hiperconectado, donde la comunicación fluye sin pausa, lo más simple sigue siendo lo más valioso: una respuesta, por breve que sea, que sostenga la confianza y el respeto mutuo.

Cuando la respuesta llega tarde o a medias: el daño del refuerzo intermitente

Hay situaciones en las que la falta de respuesta no es absoluta. La persona puede ignorar dos o tres mensajes, contestar de manera breve al cuarto, y luego volver a desaparecer. Este comportamiento, que se combina con la dilación constante de los encuentros, genera un efecto especialmente desgastante para quien espera.

Desde la psicología, esto se entiende como un patrón de refuerzo intermitente. La persona no ofrece una comunicación clara y consistente, sino que alterna entre el silencio y respuestas esporádicas. Esta dinámica mantiene al otro en una incertidumbre permanente, alimentando la expectativa de que “en algún momento contestará”, pero sin brindar seguridad real.

El refuerzo intermitente está ampliamente estudiado en la teoría del condicionamiento operante: se sabe que una conducta es más resistente al cambio cuando la respuesta llega de manera irregular. En la práctica, significa que el receptor puede quedar emocionalmente enganchado, esperando señales que nunca llegan en forma estable.

Este tipo de comportamiento también revela una fuerte ambivalencia emocional: la persona que responde a veces busca mantener un mínimo contacto, pero evita asumir compromisos concretos. En consecuencia, no corta del todo el vínculo, pero tampoco lo sostiene, prolongando una relación marcada por la frustración y la incertidumbre.

La violencia pasiva, en este caso, es más sutil pero más dañina. En lugar de un cierre claro, se instala una montaña rusa emocional de atención y abandono, que desgasta la confianza y erosiona la calidad del vínculo.

Norberto Sica
Norberto Sica

Norberto Sica es director editorial y creador de ROSARIOTIMES.com®, así como fundador y director editorial de CONOCEDORES.com®, la revista de viajes más leída de viajes en Latinoamérica. Fue uno de los creadores de IMPULSONEGOCIOS.com y es director de programación de Grupo Cristal Argentina.

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