En poco más de dos décadas, Funes dejó de ser una localidad de quintas y calles de tierra para transformarse en uno de los destinos residenciales más codiciados del Gran Rosario. La expansión de su trama urbana avanzó de manera sostenida y hoy plantea nuevos interrogantes sobre el futuro del territorio: casi dos tercios de su superficie total todavía no fueron urbanizados.

Con unas 4.900 hectáreas en total, la ciudad ya registra más de 1.800 hectáreas ocupadas o comprometidas para uso urbano, entre loteos abiertos, countries, microhousing y áreas industriales. El proceso se intensificó particularmente tras la pandemia, a partir de una fuerte demanda de viviendas con acceso a servicios y entorno natural.

El crecimiento, sin embargo, no es homogéneo. Hay zonas rurales que continúan activas, con producción agrícola o ganadera de baja escala, y otras que presentan características ambientales que limitan su transformación, como las cercanías al arroyo Ludueña o sectores de bosque nativo.

En ese contexto, conviven dos dinámicas: por un lado, desarrolladores que impulsan nuevos proyectos orientados al público de clase media y media-alta; por otro, áreas municipales que plantean la necesidad de preservar ciertos espacios clave desde una mirada ambiental. En el medio, la presión del mercado inmobiliario marca el ritmo de una expansión que no parece detenerse.

La disponibilidad de tierra es todavía amplia, pero su administración será crucial para equilibrar el crecimiento con la sostenibilidad. Mientras tanto, nuevos loteos, servicios y emprendimientos siguen configurando un nuevo mapa para una ciudad que, aunque crece sin pausa, empieza a preguntarse cómo quiere hacerlo.